FUENTE: http://bib.cervantesvirtual.com/bib_autor/Galdos/autor.shtml
Benito Pérez Galdós nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1843, hijo de Sebastián Pérez,
teniente coronel del Ejército y de Dolores Galdós. Desde niño (Infancia en las Palmas ) fue aficionado a la música, al dibujo y
a la literatura. Es en opinión general, el mayor novelista español después de Cervantes.
A los diecinueve años se traslada a Madrid (en Retrato familiar y social: Galdós, ciudadano de Madrid; Huellas del Madrid Galdosiano; el Madrid Galdosiano ). Allí conocería a don Francisco Giner de los Ríos,
fundador de la Institución Libre de Enseñanza, quien le alentó a escribir y le orientó hacia el krausismo.
Durante los primeros años de su estancia en la corte frecuentó redacciones y teatros. Escribió en La
Nación y en El Debate.
La fontana de oro (1870) (En torno a la obra ), La sombra (1871)y El audaz (1871) fueron los títulos de sus
primeras novelas, que revelan todavía una influencia del Romanticismo. Publicó artículos (en La obra: Fronteras entre novela y artículos periodístico; Galdós periodista )políticos en
la Revista de España y algo de ellos, así como el ataque al régimen anterior a la Revolución de 1868
y el inmovilismo de la tradición, se plasma en sus obras de tesis de la misma época: Doña Perfecta
(1876), Gloria (1877), La familia de León Roch (1878)y Marianela (1878).
Abre el camino al Naturalismo con La desheredada (1881), la primera de sus novelas
contemporáneas a la que le seguirán El doctor centeno (1883), Tormento (1884) y La de Bringas
(1884). El amigo manso (1882) es una de las creaciones más originales de Galdós. Lo prohibido
(1884-85) es la novela galdosiana más impregnada de Naturalismo. Fortunata y Jacinta de 1886-7
es un vasto mural donde la historia, la sociedad y el perfil urbano de Madrid sirven de fondo a un
argumento que presenta a dos jóvenes enamoradas del mismo hombre.
De su vida íntima sabemos que tuvo una hija ilegítima y amoríos con Emilia Pardo Bazán (en Epistolario: Cartas con Emilia Pardo Bazán ).
Nunca se casó pero plasmó su tipo ideal de compañera en una mujer ya mayor: Teodosia Gandarias (en Epistolario: Cartas a Teo; Cartas a Teodosia Gandarias ),
en el drama Pedro Minio (1908). Constantemente predicó un tipo de amor más libre, que veríamos
en Realidad y Tristana, aunque se opuso a las costumbres demasiado licenciosas.
En 1873 aparecieron las dos primeras series de los Episodios Nacionales. Leyó a Balzac (en Retrato familiar y social: Galdós y sus contemporáneos europeos ),
a los novelistas rusos y a Dickens de quien tradujo Pickwick papers. Aprovechó las rápidas
apreciaciones e indicaciones sobre sus países. Acusó a los escritores contemporáneos de incapaces
de describir la vida de su tiempo. Sólo excluyó de sus ataques a Fernán Caballero y a José María
Pereda. Urgió a los otros escritores a tomar las grandes conclusiones de los problemas sexuales y
espirituales de la clase media urbana de su época como principal fuente de inspiración. Sus últimos
escritos teóricos añaden poco a estas ideas. Merecen citarse el prólogo a El sabor de la tierruca de
Pereda, un memorial dirigido a la Real Academia Española y el prólogo a la tercera edición de La
Regenta, de Clarín.
Al final de la década de los 80 y a comienzos de la siguiente publica Miau (1888), La
incógnita (1889), Torquemada en la hoguera (1889), Realidad también en 1889 y Ángel Guerra
de 1891, en donde experimenta una nueva manera de novelar. Los problemas éticos aparecen en
Tristana (1892), Nazarín (1895), Halma (1895) y Misericordia (1897). Frecuentemente (como en
Nazarín o Misericordia), sus novelas parecen recordar a Dostoievski. Su penetración psicológica ha
sido igualada pocas veces. Entre sus características más definidas se cuentan un estilo personal
vigoroso y muy marcado; un gran conocimiento de la locura y la esquizofrenia (no hay que olvidar su
interés por Don Quijote) raramente preciso; un efectivo y sistemático manejo del simbolismo
(evocador de su propia desilusión por la debilidad de España) y una conmovedora lástima por la gente
que pretende elevarse de la bondad a la santidad.
Las obras dramáticas de Galdós (en La obra: El teatro de Galdós, representaciones en blanco y negro ) fueron frecuentemente críticas por tener un carácter
esencialmente novelesco. Ciertamente, adaptó para el teatro sus propias novelas Realidad en 1892,
La loca de la casa en 1893, Doña Perfecta en 1896, El abuelo en 1904 y otras, que fueron acogidas
con éxito por el público y por la crítica. Electra, por motivos políticos o, en todo caso, extraliterarios,
constituyó un acontecimiento nacional. El autor nunca había sido tan serio, tan cuidadoso y preocupado
como en estos dramas. Hemos de indicar que estas cualidades se hallaban en el teatro español de aquel
tiempo. Su influencia para la escena posterior fue benigna. En sus últimos años la oposición creciente
se vio patente en la candidatura rechazada y poco después aceptada de la Real Academia. Le dolió
que la generación del 98 no le considerara su mentor. La concesión del premio Nobel de literatura a
Echegaray (autor muy inferior y de escasa valía) lo consideró un mazazo a la mejor literatura española
de su tiempo. En 1912 quedó ciego (en Los últimos años: La ceguera ), aunque no por ello sufrió menos la insolvencia en sus últimos años.
Por entonces escribió una tercera, cuarta y, finalmente, quinta serie de Episodios nacionales entre
1898 y 1912; de la última serie únicamente aparecieron seis volúmenes, quedando así incompleta.
En cuanto a su vida política fue elegido diputado a Cortes por Guayama en 1886. En 1907
encabezó la lista a la candidatura de la Conjunción Republicano-Socialista por Madrid.
La labor de Benito Pérez Galdós fue la de transformar el panorama novelesco español de
aquella época. Dejó al lado el romanticismo y avivó el realismo español, dotando tanto de una gran
expresividad a la narrativa como de nuevas formas aptas para el entendimiento del mundo y de la obra.
Datos extraídos de:
Philip Ward (ed.), Diccionario Oxford de literatura española e hispanoamericana,
Barcelona, Crítica, 1984, pp. 634-636.
Ricardo Gullón (dir.), Diccionario de Literatura española e hispanoamericana, Madrid,
Alianza, 1993, pp. 1241-1245.
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