¡Os deseamos rujientes lecturas!
"A fuego lento" de Sandra Esteban (10 votos)
Cortar en juliana, sofreír las verduras, reservar. Seguía
la receta al pie de la letra, las de su
madre primero y ahora las de su suegra, así lo exigía él. Era más fácil no
pensar, no cuestionar las cosas, actuar como un autómata. Con el paso del
tiempo se cansó de luchar y se limitó a seguir sus instrucciones. Hasta hace
unas semanas cuando algo se le quebró por dentro al tiempo que él rompía su
mandíbula, algo hervía de nuevo en su
interior. Llegaba tarde a la cena, como
siempre y eso sólo servía para macerar sus ideas; su mente ya no podía
dormir. "¡Te dije que no me llames cuando
estoy en el bar!" gritó al entrar "¿Qué
es esto?, si no sabes cocinar" escupió las palabras con desprecio al ver los
fogones llenos. "Nuestra última cena" dijo ella solemne. Cogió su delantal y
se largó sin miedo.
"Rutina cambiada" de Alicia Esteban (8 votos)
Hoy ha sido un día de esos en los que caminas arrastrando
los pies, porque te pesa hasta el alma. Un día sin ánimo, en el que actuaba por
inercia tecleando informes sin apenas pensar.
- Al fin las 19:00.
Apagué el ordenador, me retoqué el pelo y salí disparado al bar de enfrente. En cuanto entré miré a la mesa del fondo a la izquierda. Mi día no mejoraba: Ella no estaba.
No podía creerlo, desde hacía semanas la observaba cada día. Siempre con su café en vason libro entre las manos. Me fascinaba su mirada absorta, bebiendo las palabras. Sólo cuando ponía el sobre vacío del azúcar de marcapáginas sabía que ella volvería a la realidad y me dedicaría una mirada al salir. Parecía tan cómoda en su soledad. Qué distinta era a mí, que cada día me pesaba más.
Me senté en su sitio, añorando su presencia. Sobre la mesa había mucho azúcar desparramado y entre sus gránulos había dibujado un sinuoso camino con el dedo. Lo recorrí con la mirada y me costó descifrar que ponía: Atrévete.
- Sonreí.
Mañana convertiré la mirada en palabra mientras sueño con un beso.
- Al fin las 19:00.
Apagué el ordenador, me retoqué el pelo y salí disparado al bar de enfrente. En cuanto entré miré a la mesa del fondo a la izquierda. Mi día no mejoraba: Ella no estaba.
No podía creerlo, desde hacía semanas la observaba cada día. Siempre con su café en vason libro entre las manos. Me fascinaba su mirada absorta, bebiendo las palabras. Sólo cuando ponía el sobre vacío del azúcar de marcapáginas sabía que ella volvería a la realidad y me dedicaría una mirada al salir. Parecía tan cómoda en su soledad. Qué distinta era a mí, que cada día me pesaba más.
Me senté en su sitio, añorando su presencia. Sobre la mesa había mucho azúcar desparramado y entre sus gránulos había dibujado un sinuoso camino con el dedo. Lo recorrí con la mirada y me costó descifrar que ponía: Atrévete.
- Sonreí.
Mañana convertiré la mirada en palabra mientras sueño con un beso.
"...Y cada mañana" de Marga Ribera (7 votos)
...Y cada mañana recibía un vaso de agua mágica de
autoestima mientras mi madre, con su cálida voz me decía: \"La dignidad es
1000 veces más importante que el dinero\". Aún lo recuerdo...es el sabor
mas dulce de mi vida.
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