Fragmento de un artículo del Periódico Clarín, Argentina, 3 nov 2002
“Hago los personajes para que vivan su propia vida”
RAY BRADBURY
Yo diría que creo mis personajes para que vivan su propia vida. En realidad, no soy yo quien los creo a ellos sino que son ellos quienes me crean a mí. Lo que tengo claro cuando escribo, es que quiero que los personajes vivan al límite de sus pasiones y de sus emociones. Quiero que amen, o que odien, que hagan lo que tengan que hacer, pero que lo hagan apasionadamente. Es eso, esa pasión, lo que la gente recuerda para siempre en un personaje. Pero no tengo un plan preconcebido: quiero vivir las historias mientras las escribo. Le doy un ejemplo sobre cómo es mi relación con los personajes. Es algo que me pasó: el personaje principal de Fahrenheit -obligado a quemar libros- vino un día a mí y me dijo que no quería quemar más libros, que ya estaba harto. Yo no tenía opciones, así que le contesté: “Bueno, como quieras, deja de quemar libros y listo”.
Yo diría que creo mis personajes para que vivan su propia vida. En realidad, no soy yo quien los creo a ellos sino que son ellos quienes me crean a mí. Lo que tengo claro cuando escribo, es que quiero que los personajes vivan al límite de sus pasiones y de sus emociones. Quiero que amen, o que odien, que hagan lo que tengan que hacer, pero que lo hagan apasionadamente. Es eso, esa pasión, lo que la gente recuerda para siempre en un personaje. Pero no tengo un plan preconcebido: quiero vivir las historias mientras las escribo. Le doy un ejemplo sobre cómo es mi relación con los personajes. Es algo que me pasó: el personaje principal de Fahrenheit -obligado a quemar libros- vino un día a mí y me dijo que no quería quemar más libros, que ya estaba harto. Yo no tenía opciones, así que le contesté: “Bueno, como quieras, deja de quemar libros y listo”.
De modo que él no quemó más libros y así terminó escribiéndose esa novela.
“Entre las tensiones y la actitud liberadora”
PAULO COELHO
Todo
hombre pasa -según mi entender- por un proceso que es semejante al de
un volcán. Se va acumulando masa y en la superficie no se transforma
nada. El hombre, entonces se pregunta: “¿acaso mi vida será siempre
así?”. En un momento dado empiezan los síntomas de la erupción. Si el
hombre es una persona inteligente, dejará que la lava salga y se
transforme el paisaje que lo rodea. Si es un burro, tratará de controlar
la explosión; a partir de ese punto toda su energía se gastará en el
intento de mantener ese volcán bajo control. Yo fui lo bastante
pragmático como para entender que era necesario aceptar una cierta
medida del dolor de la explosión para después poder alegrarme con el
nuevo paisaje. Así es como los personajes de todos mis libros viven
entre estos dos mundos: uno de ellos es el mundo en que rige el aumento
de las tensiones. El otro, es el de la actitud de liberación.
ROSA MONTERO
Los personajes aparecen en tu cabeza en primer lugar muy pequeños, reducidos a una imagen, o una frase, o un gesto, una característica, una decisión, algo... es un núcleo sustancial a partir del cual ese personaje se va construyendo. Y lo desarrollas viviéndote dentro de él, es decir, es el personaje el que te va enseñando cómo es.
El
novelista debe de ser lo suficientemente humilde como para dejar de
lado su voluntad, digamos, y hacer caso a lo que el personaje le va
contando de sí mismo... en algún sentido, el novelista es como un médium
de ese individuo. La creación de una novela es muy semejante a un
sueño. Tú no escoges el sueño que vas a tener, por el contrario el sueño
se te impone. Por eso, cuando el escritor tiene verdadero talento, a
veces los personajes le sacan de sus propios prejuicios. Por ejemplo,
Tolstoi, que era un machista terrible y un reaccionario, escribió Anna
Karenina queriendo hacer un libro contra el progreso; su idea primera
era contar cómo el progreso era tan malo que incluso las mujeres se
hacían adúlteras. Pero luego su personaje, Anna, le arrastró hacia algo
mucho más verdadero, hacia un libro que denuncia el sexismo, la doble
moral burguesa, la opresión de las mujeres. Todo eso se lo contó Anna a
Tolstoi.
“Surgen de algún lugar entre los sueños y la esperanza”
ÁNGELES MASTRETTA
Ojalá tuviera claro cómo se construye un personaje. Si lo supiera estaría construyendo uno tras otro.
Yo
creo que los personajes se crean dentro de uno, mucho antes de que uno
se atreva a contarlos. A veces, irrumpen sin más a media tarde y
convierten todo en una feria de lo desconocido. ¿De dónde salió esta
mujer? ¿De dónde este hombre solitario? ¿De dónde este padre entrañable?
¿De dónde esta vendedora? ¿De dónde el encantador viejo que adivina las
cosas? No sé.
De algún lugar entre
los sueños y la esperanza, de un recóndito abismo que se guarda nuestros
secretos y los pone de pronto sobre la mesa.
Yo
veo a los personajes y los oigo desde antes de escribirlos; sin
embargo, mientras los escribo veo cómo se convierten en seres vivos, con
los que soy capaz de dormir y a los que recurro mucho tiempo después
cuando necesito consuelo y quiero reírme o me urge alguien con quien
echarme a llorar.
Cuando termino uno
novela, extraño a los personajes que dejé ahí. Sobre todo extraño a los
padres de Emilia Sauri, a su tía Milagros, a la Prudencia Migoya de
Ninguna.
“Nunca pueden sustraerse a la historia del autor”
FEDERICO ANDAHAZI
Un personaje se construye con distintos fragmentos de la subjetividad del autor. Por menos autobiográfico que se pretenda un personaje, nunca puede sustraerse a la historia de su creador. Esta dimensión debe pasar inadvertida para el lector y, en el mejor de los casos, también para el autor.
El personaje tiene que
resultar verosímil. Debe cobrar “vida” y generar la ilusión de que es
independiente del autor. Desde el Quijote hasta Joseph K., los grandes
personajes encarnan el lugar del héroe. Sin dudas, que sea recordado
depende del grado de identificación que ejerza sobre el lector. No hay
otro secreto.
Para que un personaje
sea sólido, el lector tiene que hacerse una representación clara de su
fisonomía. Las características físicas, en general, deben ajustarse a
sus rasgos espirituales. Para lograr una dimensión visual del personaje,
muchas veces es más convincente una descripción anímica que una larga y
enumerativa descripción física. Y a la inversa, a veces una brevísima
descripción física puede definir el carácter. En ningún caso el aspecto
del personaje debe quedar enteramente librado a la imaginación del
lector. La composición del personaje tiene que estar supeditada a las
necesidades narrativas, incluso en detalles en apariencia
insignificantes.
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